miércoles, 17 de noviembre de 2010

Stuttgart nunca defrauda. Al igual que ELLOS. Otros deberían tomar ejemplo. ¿La vuelta? Larga. Vargas Llosa me acabó por aburrir. Mala traducción. Nosotras lo habríamos hecho mejor. S leía a Homo Faber. No sé quien está más perdido, si Homo al tirarse a su hija, o nosotras al venir a la ciudad del lago. En fin. La chica italiana se durmió y se pasó de parada. Se quejó de la Deutsche Bahn. El señor de la cerveza, porque queridos míos estoy en Alemania donde se puede beber cerveza en los rincones más insospechados, le dió conversación. Demasiada. Tenía la lengua suelta. La segunda botella le ayudó. Habla del amor, de un amor. Ella era de Taiwán, estudiaba en Colonia. La hija de su mejor amigo. Mucho más joven que él. Los detalles se volvieron morbosos y dejé de prestar atención. 8 horas de tren después llegamos a Münster. El antro nos esperaba. ¿Quién se habría hecho con el poder? Intuimos una guerra civil entre pelusas y botellas. El palo, o abogado defensor como S le llama, se alzó como dictador. Mi piso sigue oliendo a los tallarines del otro día. Clase del pijiguay y después charla con el señor de Irán, la brasileña y el italiano. La brasileña resulta ser agradable, el señor de Irán habla de cine y el italiano es menos italiano de lo esperado.  Pelirrojo y con jersey negro de cuello vuelto. Le cuesta sonreír, pero cuando se nos cae el mapa encima no duda en hacerlo.Y así, cuando nos damos cuenta es miércoles, 17 de noviembre, y ya sólo quedan 29 días. Estoy sentada en mi cama. Los deberes de Herr B sin hacer, los comentarios a medio comentar y la ropa secándose en el radiador. S ve una película. Coreana. Pusimos una lavadora, y vimos los primeros puestos del mercado navideño. Quiero Glühwein e ir al cine. Escucho aquella canción que dice te fuiste a Moscú, me dejaste sin menú. Casi hora de ir pensando en la cena. Creo que tomaremos sopa, espero que fría.

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